Conectar con las emociones del visitante, generar vínculos humanos duraderos y dejar de lado los tecnicismos fueron algunas de las principales recomendaciones que se compartieron durante la conferencia Desafíos Globales del Enoturismo, donde expertos internacionales coincidieron en que la venta del vino —particularmente el regional, como el queretano— depende cada vez más de experiencias auténticas que despierten la sensibilidad del consumidor.
José Antonio Vidal, presidente de la Global Wine Tourism Organization (GWTO) y de la Organización Mundial de Enoturismo (OMET), sostuvo que uno de los errores más comunes del sector es confiar en que mostrar tanques y explicar el proceso de vinificación es suficiente para fidelizar clientes.
“Los enoturistas no quieren solo catar vinos, quieren degustar, armonizar, vivir algo distinto”, subrayó. “El lenguaje técnico muchas veces espanta. La gente prefiere pedir cerveza antes que sentirse incómoda con un discurso sofisticado que no entiende”, advirtió.
Para Vidal, el éxito de una bodega no radica únicamente en la calidad del vino, sino en la capacidad de «hacer amigos»: establecer una relación horizontal, relajada y emocional con el visitante. En sus palabras, “cuando nos sentimos a gusto en ese entorno, en esa conversación, ya cuando llegamos al momento final, se cuenta el vino de forma mucho más ágil, natural, sin presiones”.
El experto también recalcó la importancia de profesionalizar el rol del guía enoturístico, quien —afirmó— es la figura estelar de toda experiencia de visita, ya que representa la imagen de la marca. Más allá de ser un buen comunicador, el guía debe ser capaz de transmitir emociones.
“Muchas veces un buen relato conecta más que el propio vino. Si logras emocionar, logras fidelizar”, sostuvo.
En la misma línea, Gabriel Fidel, vicerrector de la Universidad Nacional de Cuyo y especialista en desarrollo regional y turismo, reforzó la necesidad de crear productos turísticos con identidad.
“El vino queretano debe diferenciarse no solo por su sabor, sino por la historia que cuenta, la cultura que transmite y las personas que lo representan”, dijo.
Fidel explicó que el turismo del vino debe dejar de copiar fórmulas repetidas —como las típicas visitas a tanques y barricas que “son iguales en todo el mundo”— y centrarse en innovar desde la identidad y la creatividad.
“Una bodega puede ofrecer bodas, experiencias para familias, fiestas de 15, astroturismo, lo que sea, siempre que tenga coherencia con su territorio”, sugirió.
Además, ambos ponentes subrayaron la necesidad de segmentar al público y adaptar el mensaje a cada perfil.
“No es lo mismo una joven de 18 años que hace enoturismo con su amiga, que un matrimonio en su luna de miel o un experto sommelier”, ejemplificó Fidel.
Por eso, recomendó utilizar herramientas como pequeños cuestionarios en los procesos de reserva, para conocer mejor al visitante y personalizar la experiencia desde el primer contacto.
Otro punto clave fue el llamado a la cooperación dentro del sector. Fidel y Vidal coincidieron en que el turismo competitivo es, ante todo, colaborativo.
“No sirve que una sola bodega se destaque si el resto del destino está débil. El crecimiento debe ser sistémico”, insistió Fidel.
Compartir prácticas, experiencias y recursos no debilita a las empresas, al contrario, las fortalece dentro de un ecosistema más atractivo para el visitante.
En ese sentido, resaltaron el papel central de la educación en la transformación de territorios turísticos. Fidel relató el caso del Valle de Uco, en Mendoza, Argentina, que hace 25 años era una zona frutícola sin turismo y hoy es un destino enoturístico de alta gama.
“Esa revolución no fue espontánea, fue producto de un sistema educativo que supo responder a las necesidades del sector: formar guías, cocineros, gestores, comunicadores”, explicó.
También se abordaron desafíos globales como el uso de la tecnología, la accesibilidad universal, la innovación permanente y la sostenibilidad. Para Fidel, estos elementos definen lo que hoy se conoce como un destino turístico inteligente.
“La tecnología no es un lujo, es una necesidad. El visitante ya llega informado, quiere experiencias que lo sorprendan. Tenemos que estar a la altura”, afirmó.
Vidal, por su parte, puntualizó que el enoturismo no debe concebirse como un sector agrícola ni industrial, sino como un sector de servicios, enmarcado dentro del turismo.
“Si las bodegas no comprenden eso, si no entienden que están en turismo, van a quedar fuera del juego”, sentenció.
También insistió en la necesidad de abrirse a la intermediación turística, aun cuando implique comisiones, porque “la gran mayoría de los casos de éxito pasan por entender las reglas del turismo, no las de la agricultura”.
Finalmente, ambos ponentes anunciaron que se trabaja en el diseño de un programa de posgrado en gestión y turismo responsable, orientado a formar profesionales capaces de enfrentar los retos del sector desde una visión ética, sostenible y orientada a resultados.
Este encuentro formó parte de una serie de actividades académicas que concluyeron con una charla en la Universidad Iges, donde estudiantes y docentes participaron activamente en el intercambio de ideas sobre el futuro del enoturismo en América Latina.